Hace muchos años, tantos que ya no puedo decir que yo sea la misma persona a la que le pasó lo que voy a contarles, tuve una novia que llevaba un estilo de vida realmente fascinante. Hasta la más cotidiana de sus acciones solía terminar en una aventura o anécdota digna de ser contada y retenida en la memoria. Desde ir a hacer las compras al almacén hasta entrar a un baño público. Incluso alguna que otra vez nos hemos tenido que ir corriendo de un lugar para evitar el papelón de tener que enfrentar en público las consecuencias de aquellas acciones que siempre le pasaban en privado.
Realmente era parte de su encanto. Hasta le había puesto un título, bromeando, a sus andanzas: "Las aventuras de Rosita". Cada vez que nos encontrábamos y ella, a veces sonriendo, otras veces asustada, me decía "¡No sabés lo que me acaba de pasar!" yo sacaba a colación el mencionado título y dejaba que Rosita comenzara su relato.
Como seis meses estuvimos así, entre historias de mujeres que se la habían querido levantar en una plaza a la que llegué cinco minutos después de lo pactado y avistamientos de estrellas fugaces de colores inusuales.
Y entonces, una tarde, se cansó.
"Tenemos que hablar", me dijo al recibirme. Las palabras que uno nunca quiere escuchar de aquella boca que uno solamente desea besar. Y me llevó a su habitación. Cerró la puerta. Había algo extraño en su rostro. Con el tiempo supe que era depresión. Y entonces habló.
Me contó que en todo este tiempo me había estado mintiendo. Que aquéllas aventuras y sucesos extraños que le pasaban (siempre estando sola, siempre antes de que nos encontráramos) nunca habían pasado. Era todo producto de su imaginación. Le pregunté por qué lo había hecho. Y su respuesta me desgarró el corazón: "Porque mi vida es aburrida. Nunca me pasa nada. Todo lo que hago es estar acá, en ésta habitación. Contando las horas para que vengas a verme. Y tener un poquito de emoción. ¿Cómo ibas a quererme sabiendo que mi vida es tan aburrida?".
La abracé. Y le dije que no la quería por sus aventuras, que la amaba por quien era cuando estábamos juntos. Lloramos, hicimos el amor y seguimos con nuestro día.
Pero no me pude sacar de la cabeza sus palabras. Algo tenía que hacer. Porque un abrazo y un te amo no me parecían más que un parche, algo que iba a terminar olvidado con el tiempo, haciendo resurgir su tristeza.
Y tuve una idea. Que evolucionó en un plan.
En mi siguiente visita me presenté ante ella con mi mejor cara de asombro. Me preguntó qué quería hacer y le pedí ir a un lugar donde pudiésemos hablar a solas y tranquilos, sin interrupciones. Fuimos a su cuarto,su prisión auto impuesta. Y ahí le mentí.
Le conté que la noche anterior, pocas horas después de nuestra última despedida, se me había aparecido un hombre vestido con ropas extrañas, que decía conocerme desde hacía mucho tiempo. Y que no lo recordaba porque cada vez que nos despedíamos se encargaba de borrar de mi mente todo recuerdo de él por mi propia seguridad. Después de explicar eso, me había devuelto mis recuerdos. Yo no era sólo un hombre común. Tenía una segunda identidad. ¡Y poderes! Sí, yo era un super héroe. Y cada vez que el mundo me necesitaba, él me quitaba aquella amnesia artificial. Y, desde luego, no éramos los únicos. Había otros, con los que me había reencontrado cada noche que el deber nos llamaba. Y una de esas personas maravillosas, con habilidades que la gente común apenas puede soñar, era ella. Rosita. Y aquella noche volamos a la luz de la Luna, esquivando rayos de la muerte y derrotando científicos locos, tomados de la mano, entre las nubes. Y cuando llegó el momento de olvidar, le había pedido al Capitán Amnesia que me dejara recordar. Un día, para poder aliviar la depresión de mi amada y que supiera que, sin importar lo aburrida u ordinaria que le pareciera su vida, ella era capaz de hacer maravillas. Sólo tenía que desear hacerlas.
Sonrió, me besó. Y estuvimos hablando acerca de las cosas que ella podía hacer, contra quiénes combatíamos, quiénes eran los otros héroes... me llenó de preguntas. Y cuando me fui, le aclaré que mi memoria se iba a borrar esa misma noche, mientras dormía, pero la de ella no. Por algún oscuro designio del destino.
Seguimos saliendo por mucho tiempo. Sus anécdotas curiosas no cesaron, pero se hicieron cada vez más espaciadas. Lo mismo que sus ataques de depresión. Y hasta alguna que otra vez, mientras mirábamos alguna película de super héroes, me miraba inquisitiva, con un cierto brillo de picardía en sus ojos. Como si supiese algo que yo ignoraba.
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3 Opiniones:
Es una hermosa historia, me encantó como me teletransportó - no sin sentirme identificada porque mi vida en general es algo monótona y aburrida. Continúa escribiendo pleaseeeeeeeeee :)
¡Cómo me ha gustado! Me ha encantado...una historia llena de historias...eso es vida, por mucho que se diga de otras cosas: las fantasías son el fuego del amor...por eso hay mucha gente que llama amor a cualquier cosa...y así les va...
Me voy encantada.
Natyta09, Marián: ¡Muchas gracias por sus comentarios! Me alegra mucho que les gustase.
Estuve con mucha lectura últimamente, lo que me quitó tiempo para escribir, pero ya estoy de vuelta.
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